La jornada cerró de manera inolvidable con un espacio de intercambio fraterno y alegre que se extendió hasta la medianoche. En un ambiente marcado por la familiaridad salesiana, cada comunicador tomó la palabra para compartir no solo los proyectos y buenas prácticas que se impulsan en sus respectivas obras, sino también sus sueños y expectativas para seguir haciendo vida la misión de Don Bosco en sus comunidades.
Lo que comenzó como una ronda de exposiciones se transformó en un verdadero encuentro de corazones y propósitos. Las risas, las ideas y los testimonios llenaron la sala de un espíritu vibrante que recordaba las palabras del Santo de los jóvenes:
«La alegría es el signo de un corazón que ama a Dios» (Don Bosco).
Así, en ese compartir sencillo pero profundo, se tejieron lazos de colaboración que reforzaron la convicción de que la red de comunicadores salesianos es un signo vivo de esperanza para la juventud del Perú. Cada testimonio, cada iniciativa narrada, fue un recordatorio de que comunicar es también evangelizar, y que hacerlo en unidad potencia la misión de transformar vidas.
El espíritu salesiano se hizo presente hasta el último minuto. Con canciones, bromas y la calidez que nace de saberse parte de una misma familia, los participantes cerraron el día con el firme compromiso de regresar a sus obras no solo con nuevas ideas, sino con el corazón renovado para seguir anunciando la buena noticia a los jóvenes.













